14 de febrero de 2011

La dulce-terapia.

Han dado las notas de los exámenes y estoy suspendiendo. El chico que me gusta pasa de mí, otra vez. Mi madre no hace más que gritarme y reñirme. Mi hermana pequeña es un coñazo. Mis amigas están rarísimas últimamente. Nadie me entiende y no tengo a nadie con quien hablar... ¡pues toma dulce!
La despensa y el frigorífico guardan todo lo que necesito para recuperarme de esta mala racha.

1 comentario:

  1. Pues acabo yo de venir de bailar sevillanas, aunque aún no mueva los brazos más allá de para ponerlos sobre la cintura. Me acabo de meter una hartada de fresas y galletas con chocolate. Mi terapia de recomposición de azúcares y demás trastos al tracto venoso. Qué buena es la terapia neveril. Ahora me apetece un aguacate lleno, moderadamente, de sal.

    Los chicos son unos impertinentes impresentables que solo buscan ciertas cosas, y los que no las buscan se verán al final rechazados por ser parte del todo hediondo de su género. La gente que grita o está como una cabra o tiene problemas con soluciones truncadas a los que no pueden gritar y lo único que pueden hacer, más consciente unos que otros de lo que hacen, es gritar a lo que se mueva cerca para tratar de componerlo de modo que vaya bien a su parecer. Los hermanitos suben y bajan y te pegan chillidos cuando llegas a casa para que sepas que te vieron... Pero después son tan monos cuando quieren. Lo raro de los amigos es que los amigos que son amigos no saben que sus amigos son amigos propios hasta que en lo posterior surja la amistad plena. Hormonados todos tratando de buscar la solución a sus problemas creyendo que en secreto sus palabras van a responderse solas.

    Joder, qué hambre.

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